Arriban nativos a comercializar sus productos por alcohol

El 13 de febrero de 1865 llegan 50 nativos a la isla Pavón con el propósito de comerciar sus atados de plumas de ñandú. El encargado, en representación de Luis Piedrabuena, era el uruguayo Doroteo Mendoza.

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“Una vez que Piedrabuena tomó la decisión de acelerar las actividades para establecer acto de soberanía se valió del cacique Casimiro y, entre 1863 y el año siguiente, acompañado por su hijo el caciquillo Sam Slick, hicieron el primer viaje a Buenos Aires (…) a su regreso entró en contacto con el oriental Doroteo Mendoza a quien se le encomendó una delicada misión pactada con el gobierno de Mitre: atraer a los tehuelches a fin de inclinar su voluntad hacia el gobierno argentino cuando Chile iniciaba avances territoriales” (Norma Sosa. Cazadores de plumas en la Patagonia).

 Mendoza se había desempeñado como guardia nacional. Piedrabuena lo dejó a cargo de su establecimiento de la isla Pavón,donde se estableció el 9 de febrero de 1865. Sus primeras actividades “se redujeron a repartir raciones, visitar algunos toldos, recorrer los alrededores y negociar con los indios” y “a cambiar plumas por aguardiente” y fue “testigo responsable de las terribles borracheras de los tehuelches”.

Los pagos se hacían siempre con alcohol. “Cada grupo que llegaba con pieles de guanaco y plumas, recibía galones como pago y cuando los indios cazaban y entregaban la mitad de la carne al encargado, se los recompensaba con cinco galones más”.

Otro dato esclarecedor fue aportado por la “declaración del cargamento del ‘Espora’ con destino a Santa Cruz hecha en Patagones el 15 de marzo de 1865 es bastante descriptiva: diez cajones de vermouth, doce cajones de cognac, un cajón licor del país, dos cajones de vino Frontiñan, y además veintitrés sacos de galletas, una barrica de avena, dos barricas de fideos, una bolsa de café, veinticinco de pólvora y otras veinticinco de cerveza”.

Además de la deliberada inducción al consumo alcohólico, “los indios fueron estafados escandalosamente en los intercambios de plumas; Félix Manquel, casado con la tehuelche Agustina Quilchamal, explicaba que los indios no tomaban mate porque en la zona les cambiaban un jarrito de yerba por un atado de plumas, por lo tanto, resultaba más provechoso masticarla como si fuese tabaco. Los comerciantes de Punta Arenas les pagaban por una libra de plumas tan solo media libra de galleta, según relata Moyano” (op.cit.).

Fuente: El diario del fin del mundo

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