La invasión silenciosa del mejillón dorado. Desde Asia a la Cuenca del Plata

 El impacto ambiental de estas especies «no nativas» es tan potente que se las denomina «ingenieros de ecosistemas» y  provoca pérdidas millonarias. Se vieron por primera ves en el año 1991.

Información publicada por el Diario Tiempo Argentino – Las especies invasoras son aquellas que, introducidas por el hombre fuera de su hábitat natural, ponen en peligro los ambientes nativos, se extienden sin control, dispersan enfermedades, compiten con las especies autóctonas por la comida, el agua y los mejores lugares para vivir hasta desplazarlas. De esta manera se vuelven una de las principales causas de pérdida de biodiversidad.

Como pasa con los castores en Tierra del Fuego o con el pino en toda la Patagonia, las invasiones biológicas son una de las mayores amenazas a la biodiversidad. La segunda después de la alteración de los ambientes. El mejillón dorado (Limnoperna fortunei) es una especie oriunda de ríos y arroyos de China y del sudeste de Asia. Su arribo no fue intencional. Llegó a través del agua de lastre de buques transoceánicos. Y es la única especie de la familia de mejillones que vive en agua dulce. Eso explica su fácil expansión y adaptación al entorno.

En aquél 1991 Darrigran quedó sorprendido. Y decidió volver. Así lo cuenta a Tiempo: “Un año después voy a ver qué había sucedido con esos pocos ejemplares de mejillones en las piedras de Bagliardi. Esperaba encontrar sus valvas vacías de ejemplares ya muertos. Pero había franjas de 30 mil ejemplares por metro cuadrado. 

Al año siguiente franjas de 80 mil, al otro año llegaron a las 150 mil. El límite del ambiente hizo que detuvieran su crecimiento en aproximadamente 80 mil ejemplares. Un estadio Monumental lleno”.

Su gran capacidad adaptativa y reproductiva le permite una rápida y efectiva distribución en los cuerpos de agua que invade. “Como buen mejillón, su hábito de vida es epifaunal bisado, es decir, adherido sobre todo sustrato duro natural disponible con un filamento proteico o biso –explica Darrigran–. El sustrato utilizado va desde troncos y vegetación acuática a fondos naturales compactos y artificiales, tales como murallones, espigones, caños, plásticos y vidrios. Donde el sustrato duro es escaso, los más pequeños se fijan mediante el biso sobre pequeños cantos rodados, así como a otros individuos de la misma especie o a otros bivalvos”.

El mejillón dorado avanza por la Cuenca del Plata a contracorriente a una velocidad de alrededor 240 kilómetros por año. Desde su primer registro, invadió ya tres cuencas de América del Sur: la del Plata, y las brasileñas del Guaiba y del San Francisco. El pequeño invasor asiático modificó radicalmente la dieta de peces locales como la boga, que encontraron en él a un bocado abundante y de fácil acceso. El problema a largo plazo es que muchas especies que constituían la base de la dieta de ciertos peces, ya no tienen predadores naturales, por ende tampoco tendrían un limitante para su crecimiento poblacional.

Otra consecuencia nociva es que el Río de la Plata exporta naturalmente al océano casi dos millones de toneladas de carbono orgánico particulado por año. Ahora, una considerable porción de esas partículas contenidas en el agua son retenidas por inmensas franjas de mejillones que la usan para alimentarse.

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