Modesta Victoria

A 138 años de la expedición hidrográfica que unió por primera vez el océano Atlántico con el Lago Nahuel Huapi.

El 13 de diciembre de 1833, el entonces Teniente de Marina Eduardo O’ Connor junto a un puñado de hombres llegó por primera vez, navegando desde el Atlántico, al lago Nahuel Huapi. Unió el muelle de Carmen de Patagones con el gran Lago Andino en una encarnizada escalada a contracorriente, con remos, vela y a la sirga, del alto Limay. Muchos entendidos consideran este logro como un verdadero hito en la náutica argentina.

Debemos comprender que por aquellos años, nuestro país llegaba institucionalmente hasta el Río Negro y la Patagonia era un desierto casi despoblado. Este tipo de expediciones significaba aventurarse a descubrir lo que aún no existía en los mapas, arriesgándolo todo.

Los ríos patagónicos como el Limay, Traful, Collón Curá e incluso el Negro, tenían entonces corrientes bravísimas capaces de arrastrar todo a su paso, y es allí donde la travesía cobra su magnitud: navegarlos a contracorriente con una ballenera de madera, acero y bronce.

Desde su zarpada, la Comisión Exploradora liderada por O’ Connor tardó largos 121 días en llegar a la boca del lago Nahuel Huapi, pasando hambre, empapados día tras día y con el frío de la noche calando los huesos. Aquel 13 de diciembre, el Teniente O’ Connor escribió en su diario: “A 2 horas 40 minutos PM, entraba triunfante en el lago Nahuel Huapi, con el aparejo largo y el pabellón nacional a tope, la lancha que en ese momento se llamó Modesta Victoria”.

El inicio de la travesía, que además de relevar datos para la futura cartografía buscaba un paso por agua hacia Chile, fue a bordo del vapor Río Negro.  “Emprendí viaje aguas arriba con el vapor “Rio Negro”… con el firme propósito y decidida intención de llegar al Nahuel Huapi… y rasgar el velo de misterio que nos oculta el Gran Lago”, escribió O’ Connor en su diario.

Llegaron hasta la desembocadura del río Limay, desde donde debieron pasarse a la ballenera debido a la escasa profundidad y la fuerza de las corrientes, que hacían imposible tirar desde tierra al vapor en algunos sectores. De nuevo el jefe de la expedición asentó los estériles intentos por continuar con esa embarcación: “Ni con los cabos de cuatro pulgadas de mena, dados a proa, ha sido posible salvar al vapor; pues el buque queda sin gobierno, haciendo un brazo de palanca tan poderoso… que no hay cabo que resista”, y culminó: “Empezaba recién, podríamos decir, la verdadera exploración, pues las dificultades que ofrece remolcar embarcaciones en ríos como estos, donde la corriente media no baja de siete nudos y las costas están cubiertas de tupidos montes, no pasarán desapercibidas para los del arte”.

Cargaron instrumentación y víveres para cinco meses y prosiguieron. En sus innumerables maniobras rompieron los machos del timón, que repararon destemplando, cortando y doblando la baqueta de un fusil y perdieron elementos de medición en cada sacudida.

En la insomne noche previa a llegar al Gran Lago, el Teniente O’Connor escribió: “Como sucede al hombre en presencia de los grandes espectáculos de la naturaleza, esperábamos con profunda ansiedad la primera visión del lago y nos felicitábamos con cierto orgullo nacional, al pensar que eran argentinos los primeros que, por el Limay, penetraban en su interior”.

Pasado el mediodía del 13 de diciembre de 1883, la Comisión Exploradora alcanzó la naciente del Limay, ante la imponente vista del Nahuel Huapi. “Presentose a nuestra vista un grandioso panorama en forma de inmenso anfiteatro que se desarrolla en un horizonte de miles de metros. Al frente desplegase una dilatada superficie líquida… de contornos parabólicos, perdiéndose en lontananza y teniendo por base una extensa cadena de montañas de cimas altísimas cubiertas de nieve”.

En sus más de 50 días en el lago, los exploradores relevaron flora y fauna, clima, corrientes, profundidades y 27 islas y 3 islotes, nombrando brazos, ríos, canales, penínsulas y sierras. Eduardo O’ Connor, el gran líder, tenía apenas 25 años cuando comandó la expedición. Hoy, 138 años después, su visión de aquel gran espacio se hizo realidad: “En un porvenir no lejano, cuando la civilización haya penetrado ávida de trabajo hasta sus márgenes hoy desiertas y solitarias; cuando se reflejen sobre sus límpidas ondas kis futuros emporios de población sólo entonces será un hecho práctico y frecuente la navegación de sus aguas, excelente vía para el transporte y el comercio”.

El Vicealmirante Eduardo O’Connor

Hombre clave de la Armada Argentina entre fines del siglo XIX y comienzos del XX, Eduardo O’ Connor se destacó, entre otras cosas, por sus aportes al conocimiento hidrográfico, marítimo y cartográfico de la Patagonia y de Tierra del Fuego, elementos que fueron de suma importancia para la futura soberanía de nuestra Nación en aquellas desconocidas y alejadas latitudes.

Nacido en Mercedes, provincia de Buenos Aires, el 18 de octubre de 1858, ingresó como cadete a la Escuela Naval Militar en 1874 y tres años más tarde fue dado de alta como Guardiamarina. Debido a su destacado desempeño, la Armada lo envió a Francia para desarrollar mejor su formación profesional.

Vicealmirante Eduardo O´ Connor

Luego de su paso por la Armada francesa fue destinado a la cañonera “Paraná”, donde ascendió a Teniente, y en breve pasó a prestar servicios a la cañonera “Uruguay”; al cabo de un tiempo, fue asignado a la Escuadrilla del Río Negro que estaba al mando del Teniente Coronel de Marina Erasmo Obligado. La misma tenía fines exploratorios y de soberanía. Para dicha misión tenía que complementarse con efectivos del Ejército, liderados por el General Conrado Villegas para converger desde distintas direcciones en la zona del lago Nahuel Huapi.

El éxito de la Modesta Victoria, en su relevamiento hidrotopográfico le permitió ascender al grado inmediato superior por decreto del entonces Presidente Julio Argentino Roca. En 1884, O’ Connor fue dado de pase a la bombardera “República”, donde permaneció por cuatro años, hasta que en 1888, ya ascendido a Teniente de Navío, ejerció como Subprefecto de Tierra del Fuego.

A raíz de sus conocimientos cartográficos y geográficos, en 1890 fue integrante de la Comisión de Límites con Chile; posteriormente desde el aviso “Golondrina” realizó trabajos hidrográficos de enorme valor en toda la región austral de nuestro país, casi desconocida por aquellos tiempos. Estudió la costa atlántica, la entrada al río Grande y el recorrido del mismo hasta la frontera con Chile. También analizó la orografía y la flora de la zona y pudo recorrer dos veces todo el litoral de la isla de Tierra del Fuego.

Entre 1893 y 1895 fue enviado nuevamente a Francia, pero en esta oportunidad como asesor técnico en la delegación argentina de aquel país. En 1896 ocupó el cargo de delegado del Estado Mayor General de Marina en la provincia de Buenos Aires y al año siguiente desempeñó el comando en el crucero “9 de Julio”; luego haría lo mismo en el crucero “Buenos Aires”.

En septiembre de 1899 fue ascendido a Capitán de Navío pasando a ser titular de la Dirección General Administrativa hasta 1901, fecha en que se hizo cargo del Despacho del Estado Mayor General de la Armada. También en este año, de junio a octubre, ejerció el mando en el acorazado “Garibaldi”.

En los años siguientes ocupó cargos mayoritariamente administrativos y de importancia en la estructura naval de nuestra Nación. Fue vocal de la Comisión Administrativa de la Intendencia de la Armada, Jefe de la División Instrucción, Director General de Administración y Jefe del Arsenal de Puerto Militar.

Al poco tiempo de asumir la presidencia Hipólito Yrigoyen, el entonces Contraalmirante Eduardo O’ Connor pasó a desempeñarse como Comandante en Jefe de la Escuadra de Mar y en septiembre de 1918 fue promovido a Vicealmirante. A partir de febrero de 1921 formó parte del Consejo Supremo de Guerra y Marina, puesto que ejerció hasta su fallecimiento el 5 de abril de ese año.

El Vicealmirante Eduardo O´ Connor, al momento de su muerte, además de poseer en su haber una destacada carrera naval, había sido condecorado tanto por el Congreso Argentino como por el de la República de Chile con motivo de los centenarios de ambos países. También recibió la mención de Expedicionario al Desierto.

Sus restos fueron inhumados en el cementerio de la Recoleta y la ceremonia estuvo liderada por el Presidente de la Nación y amigo personal, Hipólito Yrigoyen, quien decretó duelo nacional.

Fuente: gacetamarinera.com.ar

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *